En una oportunidad el célebre pintor Pablo Picasso, había sido invitado por otro colega, pero no conocido como el singular maestro, a fin de mostrarle alguna de sus obras.
Al hacer la visita, Picasso observó que las telas expuestas estaban muy bien logradas, pero que tenían una particularidad : En todas ellas aparecía una misma mujer. En una se la veía semi desnuda; en otra, vestida; en aquélla, de pie; en la de más acá, a caballo y así sucesivamente.—Encuentro perfecta a cada una de sus obras—dijo Picasso al pintor con toda franqueza—. Sólo quisiera hacerle una observación si Usted me lo permite.—¡Oh, por favor, hágala con toda libertad maestro!, es importante para mí aceptar una crítica, por severa que sea, sobre todo si es hecha por Ud, con buena intención.—Bién, mi observación es ésta: ¿Por qué se sirve Ud de la misma modelo, máxime cuando se trata de una modelo tan fea como ésta?, ¡Fíjese que piernas de mujer! ¡Qué cabellos!, si se ve enseguida que es una persona vulgar.
En aquél momento se abrió la puerta del estudio y entró una dama, en la cual Picasso reconoció enseguida al original de la modelo.
Y el pintor, un tanto confuso le dijo al maestro:—Permítame Ud que le presente a mi señora...
Fte Anecdotario universal volumen 2,H. Cabrera
.
ResponderEliminar